martes, 23 de octubre de 2007

Recovecos Aniversario -octubre 2007- SUMARIO

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EDITORIAL :
Un año de Recovecos...

4 de octubre: SAN FRANCISCO DE ASÍS

4 de octubre: Aniversario del nacimiento de VIOLETA PARRA:JUGLAR DE AMÉRICA

NOTICIAS TRISTES DE OCTUBRE: Von Wernich


  • Comunicado de la Conferencia Episcopal Argentina
  • Comunicado de Justicia y Paz y del Obispo de Nueve de Julio
  • Comunicado del Grupo de Curas en Opción por los Pobres

NOTICIAS FELICES DE OCTUBRE:

  • Publicado en la Revista Don Orione
  • Entrevista a Fray Eduardo Agosta Scarel: El Mundo Sangra por la Herida del Corazón del Hombre
  • Ordenación Presbiteral de Fray Eduardo Agosta Scarel, O. Carm.
  • Deseos para el Hermano Eduardo

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lunes, 22 de octubre de 2007

Recovecos Aniversario -octubre 2007-

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Para leer el resto de la entrevista


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Hicimos este número de Recovecos
Alejandro Unzaga
Julio César Medina
Rosana Fernández
Marcela Romac
foto del taller de abril

María Florencia Uriburu
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viernes, 19 de octubre de 2007

El mundo sangra por la herida del corazón del hombre; entrevista a Fray Eduardo Agosta Scarel

Revista Don Orione, Año XI Nº 41, Buenos Aires, Argentina. Septiembre 2007.
Edición especial: ¿Cambio Climático o cambio de actitud?

(Si aquieren el número, podrán ayudar a la Fundación)

TÍTULO:

El mundo sangra por la herida del corazón del hombre

Por Alberto Pelagallo

Eduardo Agosta Scarel es fraile carmelita, profesor de Ciencias Sagradas y doctor en Ciencias de la Atmósfera, con especialidad académica en climatología, por la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.Próximo a recibir la ordenación presbiterial, fray Eduardo es el Director de Formación de la Orden de Frailes Carmelitas en Argentina, responsabilidad que combina con su participación en el equipo de investigadores del Programa de Estudios de Procesos Atmosféricos en el Cambio Global (PEPACG) de la Universidad Católica Argentina - UCA y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - CONICET.Fray Eduardo es investigador del CONICET por concurso y desde hace tiempo viene investigando acerca de la relación entre los problemas medioambientales y el cambio climático desde una visión teológica y pastoral. Conoce de cerca los problemas de nuestro país (estuvo en varias diócesis dando charlas y talleres, entre ellas Gualeguaychú). Y está convencido que la actual crisis ecológica es, antes que nada, una “crisis creacional” que nos cuestiona profundamente en nuestro estilo de vida y nuestro compromiso como colaboradores de la Creación.

- El mundo, nosotros, asistimos y vivimos una crisis que podemos llamar ecológica, que se acentuó en la segunda mitad del siglo pasado. ¿Qué hay en el origen de esta situación?

- Para mí, la cuestión ambiental está vinculada con lo que llamo la “crisis creacional”, que tiene sus raíces en el propio Génesis: una ruptura del ser humano consigo mismo, con el entorno - el resto de la Creación - y con Dios, que terminan llevando a la manipulación de otras personas y el entorno, siempre en una búsqueda de encontrar satisfacción a una voracidad dentro del corazón del hombre que pareciera no tener límites. A medida que, por el propio proceso de tecnologización, fuimos complejizando la manera en que interactuamos con el medio, se fueron magnificando estas cuestiones de las conductas contrarias al vínculo primario de mayor armonía con el medio y con las personas. Entonces, desde mi punto de vista, si bien existe una crisis ecológica, entiendo que es consecuencia de esa crisis creacional que mencionaba antes.

- Pareciera, entonces que los problemas ecológicos tienen su origen en una crisis de valores y actitudes...

- Estoy de acuerdo. Es preciso un cambio, una “conversión ecológica” si queremos llamarlo así… Estuvimos en unos foros interreligiosos este año donde una de nuestras propuestas era la conversión ecológica. Tiene que haber un cambio interior, vital, de volver hacia una dieta de nosotros mismos, discerniendo las necesidades o prioridades. Hay realmente muchas cosas que consumimos que no nos son necesarias, pero están promovidos por el sistema económico global que está fuertemente anclado en el consumo. Astutamente, durante el último siglo, se ha desterrado a Dios del horizonte de la humanidad. Esto interno, existencial, vital, que el hombre medieval buscaba en las catedrales ahora lo buscamos en los shoppings y las góndolas. Vivenciamos un conflicto en los deseos. Desde ahí salimos a consumir de una manera desasosegada, para usar un término de los místicos. Entonces estamos a merced del un desequilibrio interior, natural, que siempre hemos tenido los seres humanos pero que hoy en día ilusoriamente se busca en los productos la fuente que va a satisfacer nuestro mundo de los deseos. En ese sentido, la cultura del sistema económico en el que vivimos nos afecta y nos hace difícil la tarea de discernir y establecer los límites… No es fácil trazar la línea “de aquí para allá”, cuesta discernir cuáles son las prioridades, las necesidades reales. Tenemos que hacer un gran trabajo interior, de ascetismo. Una ascesis como la que nos propone san Juan de la Cruz: el problema no son los deseos o apetitos a los bienes - que los necesitamos - el problema es cuando quedamos apegados a ellos, es decir, el excesivo interés por los bienes o cuando hacemos de ellos nuestros dioses. Y, tarde o temprano, personas y cosas terminan quebrándose.
- ¿Cómo impacta esta actitud de “no tener límites” en la sociedad y el medio ambiente?
- Estamos en un mundo finito, desde el punto de vista de sus recursos, que se enfrenta a una capacidad de explotación que pretende ser capaz de satisfacer el mundo infinito de los deseos. Y eso es incompatible. Tarde o temprano, la crisis del ambiente y la crisis social estallarán de manera incontrolable, porque tanto el problema ecológico como el problema social (pobreza, exclusión) es la misma moneda con dos caras. Debemos darnos modos de sanar interiormente a través de una cultura o una educación en la austeridad, donde frases como “basta ya”, o “esto ya es suficiente para mí” y “no necesito más para ser feliz”, sean el centro. De hecho, hay problemas ambientales que van a la par o peor con los problemas sociales. Nuestras políticas tienen otros objetivos distintos de la calidad de vida de la Creación, personal y ambiental, incluso en nuestra pastoral: nos preocupamos más por lo social y decimos “¡No!, si el río que pasa por atrás de la capilla está re podrido no importa, el problema y es cierto es el hambre de las personas”. Pero ese río está podrido porque justamente, las personas están teniendo hambre. Entonces creo que debemos integrar nuestra pastoral al ambiente, porque solucionar problemas de ambiente va a implicar cortar formas y modos de explotación instalados. Las otras cosas son parches que uno va poniendo al traje que se está destrozando.

- A partir de tu experiencia, trabajo y conocimiento, ¿qué pasa con el tema ambiental dentro de la Iglesia?

- No está en la agenda pastoral de nuestro país el problema ecológico como parte integrante del problema social. Sigue siendo un lujo dedicarse a la cuestión ecológica y preocuparnos por el medio ambiente. Sólo en algunas diócesis donde ha habido problemas, se han “puesto las pilas”. Pero tiene que llegarnos el agua al cuello para darnos cuenta que el problema está a la puerta, de alguna manera.

- Sin embargo es un tema estrechamente relacionado ver con la actitud profética...

- Tal cual. Pero estamos muy ocupados en otras cosas, tenemos otros intereses. Es cierto, apremia el colegio, el barrio... En un plano académico hay personas que se preocupan, pero el tema sigue estando en ese nivel, cuando lo que se está quemando es el bosque. Necesitamos como Iglesia que las reflexiones tengan efectos concretos en la realidad. Rescato el documento de Aparecida que dedica bastante en extenso una mirada al problema ambiental, lo cual implica que en parte de América Latina la problemática está instalada. Pero en nuestro país no. En realidad en la Iglesia nos falta conciencia. Tenemos históricamente la carga del “dominar la tierra”, aunque desde una perspectiva teológica y bíblica hay varios autores tanto del mundo protestante como católico, que resignifican no tan linealmente ese pasaje, rescatando el rol del hombre como co-creador con Dios; el responsable y los co-responsables del cuidado y el desarrollo de la Creación en su dinamismo. Somos dueños de casa, los responsables de cuidarla porque es la única casa que tenemos. Si estropeamos esta casa, ¿a dónde vamos a ir? Entonces, si no sanamos esta ruptura original a través de una conversión integral, de una conversión ecológica de la creatura, nuestro comportamiento desordenado va impactando cósmicamente al punto de que lo más complejo y lo más evolucionado puede dejar de existir y truncarse, y quizás volver a estadios de desarrollo mucho más primitivos. Este punto es lo que motiva también a muchos ecologistas que no tienen una confesión religiosa: esta responsabilidad ética frente al dinamismo delicado de la evolución. Nosotros tenemos, de alguna manera, la antorcha en la mano y hay que pasarla, no podemos apagarla o esconderla.

- Y para esto es imprescindible un cambio de actitud, sea partiendo de una cosmovisión religiosa o desde una ética humanista.

- La única manera de garantizar que haya una continuidad es que tiene que haber una transformación de la persona, una conversión espiritual, un volver a nuestro centro. ¿Decimos como creyentes que en el centro está Dios? Tenemos que volver a Dios, concretar un saneamiento de nuestras prioridades, plantearnos qué es lo que queremos y hasta dónde. Como hombres y mujeres de fe, si no me abro a lo trascendente, vamos mal. O, como algunas posturas más pro-ecológicas, saber que esto es un problema que tengo a nivel existencial porque soy una creatura y como tal tengo un compromiso ético con las generaciones futuras. ¡Porque está comprometida la subsistencia del planeta a futuro!

- ¿Hay signos esperanzadores?

- En la línea de lo que venimos hablando algunos grupos sociales y también en ciertos ambientes religiosos, se percibe una concientización, está descubriéndose que en la austeridad hay autenticidad y calidad de vida.

- Pero los ejemplos a la inversa son desalentadores...

- Pensemos que hay cosas que de nuestra cultura que son lujos ecológicos. Por ejemplo, un viaje de placer a la Antártida: ¿realmente vale el costo ecológico? Veamos, hay gente del llamado “primer mundo”que puede pagárselo. Sin embargo, en términos de justicia, equilibrio y razón, ¿es o, no es viable? Desde el punto de vista energético, es una inversión por puro lujoso consumo, cuando dentro de cien años no haya energía suficiente ni siquiera para encender una hornalla... Pero yo movilicé una flota para que me lleve porque quería ver los pingüinos en un casquete polar. No discernimos las necesidades de los deseos, y en el fondo, vuelvo del viaje tan igual como antes – con el corazón desasosegado -, con tantos deseos y necesidades para satisfacer… Es preciso una radical conversión.

- Viendo este panorama, ¿cuáles son las prioridades en el ámbito educativo?

- Hay que replantearnos prioridades, hay que replantearnos en qué y para qué educamos a nuestras generaciones futuras. Me preocupo porque creo que hoy educamos “para el capricho”: no somos capaces de renuncias, de postergarnos … La cultura nos va llevando y ésta es la llave maestra del consumismo.

- Pero también pasa que aún en países donde el cuidado del medio ambiente es una cuestión estratégica del Estado, el impacto que las conductas “amigables” con la naturaleza tiene sobre la economía y la sociedad sigue siendo realmente pequeño. ¿Cómo hacer para que las personas no sientan que lo que hacen sirve?

- No podemos caer en la ingenuidad de creer que cada uno es el salvador ecológico del planeta. Yo creo que la misma naturaleza, y la ausencia de energía, que vamos a experimentar no en muchos años, nos van a poner límites. Conductas que las tenemos incorporadas como “parte del progreso” pero que generan enormes costos cotidianos. Necesitamos tomar conciencia colectiva, y me temo que será a la fuerza, porque enfermamos como civilización. En algunos lugares se han detenido a pensar sobre estas cuestiones. No es una tarea sencilla. ¡Pero es el problema que mata al planeta!

- ¿Se sabe cuáles son los límites materiales de expansión de la sociedad sobre el planeta?

- El problema no es la cantidad de personas, sino el estilo de vida que uno quiere mantener a costa del medioambiente. ¡Ojo! Es un estilo de vida que no es del mundo entero, es propio de un 25% de la población mundial. África, Latinoamérica, aún grandes zonas de nuestro país, por ejemplo, no están dentro de esa cuarta parte de la población que depreda los recursos naturales del planeta. Para graficarlo: no todo el mundo se suena la nariz con pañuelitos descartables. Debemos replantearnos cómo puede ser que el 25% de la población mundial consuma el 75% de los recursos del planeta, lo que provoca que a este ritmo dentro de 50 años todos por igual no tendremos cómo sustituirlos. Pensemos que solo el 20% de la población de China vive como el primer mundo, y es la que está haciendo los desastres en Latinoamérica sólo con la soja. Si ese modelo lo exigiera toda la población china: ahí sucumbe el planeta. Desde un punto de vista demográfico se estima que la población mundial se equilibrará en 9500 millones. Actualmente, en tres granos principales, que son maíz, trigo y soja, producimos alimentos, en calorías, para satisfacer a esa cantidad. Sin hablar del resto de los granos y de otros productos. La producción agropecuaria supera casi en un 50% el consumo actual de energía para la vida y es utilizado para el engorde de animales porque el paladar fino nos pide carne. O sea, que el problema no es que no habrá comida para todos, sino que hay (y habrá) una parte importante de la población mundial que querrá sumarse a vivir como el 20% que hoy consume exóticamente. Creo que son decisiones que las iremos tomando en la medida que se nos vayan acortando las posibilidades. Pero, insisto, lo único realmente viable es la austeridad, una ascesis del consumo, comenzar a educar a las familias y, desde ellas, empezar a simplificarnos la vida. El camino espiritual no es otra cosa que pasar de un mundo repleto, múltiple, a uno simple y sencillo. Ir vaciándose de bienes, deseos, apegos. Es un sinceramiento de y con un mismo y descubrir que son pocas las cosas necesarias para ser feliz, que hay un centro que es importante. Nosotros lo llamamos Dios, otros “la trascendencia”, otros “la justa causa hacia el futuro”… Algo tiene que motivarnos a no quedarnos en nosotros mismos, en el “yo, yo, yo y yo”, como un nene caprichoso. El sistema no da más, el planeta ya está en a punto de decir “basta” y lo desbordamos por todos lados. La herida está en el corazón de la persona. En cada uno está la fuerza para transformar la propia realidad, como también la realidad de afuera. ¿Seremos capaces? Yo creo que sí.

RECUADROTÍTULO: El futuro

Frente a un experto en cambio climático como fray Eduardo Agosta Scarel no pudimos no preguntarle hacia dónde nos encaminamos, cuáles son los escenarios futuros. Como buen científico, Eduardo no quiso hacer “futurología”, pero trazó el siguiente análisis de la situación: “El planeta se está transformando de una manera increíblemente no sustentable. Y todo para garantizar el bienestar de una parte de la humanidad en un período que dentro de la historia es brevísimo. Les estamos exigiendo a los recursos que nos puede ofrecer el planeta una inagotabilidad que no tiene. Y no somos concientes, o no queremos serlo … Es como la muerte: mientras que no llegue a la puerta como que no está ahí en el horizonte, ¿ no? Y ciertamente es una muerte masiva, colectiva, lo que estamos generando, ¿no? Tenemos calentamiento global, contaminación, desaparición de especies... Soy partidario de que vamos a entrar en una glaciación de aquí a 50 o 60 años si no se modifica el estado de cosas más o menos rápido”.
RECUADROTÍTULO: Aporte

“Crisis de la Creación: la ecología en clave contemplativa”. Tal el título de un artículo en el que fray Eduardo Agosta Scarel sistematiza su pensamiento y su experiencia como teólogo y científico. Será editado por Don Bosco junto a otros artículos similares. “La propuesta es un volver a tomar conciencia que hay que parar la voracidad que tenemos”, sintetizó fray Eduardo.